Aterrizamos en el aeropuerto de Helsinki-Vantaa a mediodía y salimos hacia nuestro hotel a dejar las maletas. Se encuentra en una isla llamada Katajanokka y era una antigua prisión. Es muy curioso, sobre todo los corredores.
Enseguida bajamos a dar una vuelta y conocer la ciudad aunque sea un poco por encima, porque sólo estamos hoy y mañana.
Cerca de la isla está Kauppatori o la plaza del mercado y Vanha Kauppahalli, el edificio del viejo mercado cubierto abierto en 1889. En la plaza hay puestos de frutas y verduras muy cuidados y algunos de comida en los que se puede aprovechar para comer algo.
Vanha Kauppahalli es el mercado más antiguo de la ciudad y tiene por dentro muchas tiendecitas de madera en las que se puede encontrar un poco de todo: vinos, encurtidos, quesos, frutas...
El edificio fue diseñado por Gustaf Nystrom, que hizo un viaje por Europa para conocer distintos edificios de mercados y está catalogado como monumento. No se si el arquitecto llegaría a España, pero yo si que le encontré semejanzas con algunos mercados decimonónicos de nuestras ciudades.
Desde la plaza del mercado fuimos andando por el lateral del Ayuntamiento (aquí las distancias son cortas) hasta la plaza del Senado, en la que destaca la Catedral Luterana, con su llamativa silueta blanca de estilo neoclásico en lo alto de una colina.
Después hemos ido hasta la Iglesia de la Roca o Tempeliaukkio, un templo que se edificó en los años 60 escavando una gran roca. Yo no tenía muy claro que mereciera la pena entrar y pagar los 3 € pero finalmente me ha podido la curiosidad. Y lo cierto es que... creo que no merece la pena. Pero eso es sólo mi opinión.
Sibelius es el compositor más famoso de Finlandia y en el barrio de Toolo, en Helsinki, tiene un parque y un monumento compuesto de 600 tubos metálicos que podrían recordar a los de un enorme órgano. Es una obra de la artista finlandesa Eila Hiltunen. Además del monumento el Parque Sibelius es un lugar muy agradable para pasar una tarde soleada a la orilla del mar. Y eso que si algo le sobra a la ciudad es mar y zonas verdes. Por suerte para sus habitantes.
De vuelta a la Plaza del Senado ya he podido hacer alguna foto sin el montón de autobuses que había a primera hora de la tarde, supongo que por los cruceros. Desde lo alto de la colina en la que se encuentra la catedral luterana hay buenas vistas del conjunto.
Decidimos volver andando al hotel. Helsinki no es una capital muy grande ni sus edificios son muy impresionantes, pero tiene algunos art nouveau o jungens que es el nombre que recibió aquí el modernismo, bastante llamativos.
No se cuántos puertos tiene la ciudad, porque tiene infinitos kilómetros de costa. Pero en el que hay al lado de la isla de Kajatanokka es donde están los grandes rompehielos que en invierno abren las rutas heladas del mar Báltico para que puedan circular los barcos. También hay veleros de madera y barcos de época.
Hay unos edificios antiguos con bares y restaurantes y con unas estupendas terrazas en las que tomar una cervecita o cenar. Baratas no son, pero esto es Finlandia. Y al fondo Uspenski, de ladrillo rojo y con trece cúpulas, la catedral ortodoxa más grande de Europa occidental.
Llegamos al hotel y caímos en la cama como fardos. La noche anterior no había dormido, me la pasé de viaje...
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