Hoy nos hemos despedido de Luis y Elvira. No se, quizá volvamos a vernos a la vuelta a España.
Hemos salido de Delhi hacia Agra con un tráfico demencial, un tremendo atasco dónde se entremezclaban bicis, vacas, motocarros, camiones, autobuses, coches... Todos pasando de un carril a otro sin orden ni concierto, sin parar de tocar el claxon, pasando por huecos inverosímiles y aún así consiguiendo no rozarse.
Los camiones llevan muy decoradas las cabinas con colgantes, borlas, guirnaldas y toda clase de adornos. Aquí se conduce por la izquierda, supongo que herencia de los británicos, pero en la práctica adelantan por cualquier lado y los pitidos son constantes.
Hemos entrado en una autopista de peaje, pero esto es la India. Y eso quiere decir que todo sigue igual: carros, vacas, bicis, gente atravesando por el medio... Es un show ver a los bóvidos tumbados en el medio de los carriles y los coches esquivándoles a toda velocidad.
A los lados empezamos a ver zonas más rurales. Las mujeres llevan en la cabeza fardos de hierba o de leña más grandes que ellas. Hay enormes charcos, restos del monzón, llenos de basura, animales y niños hurgando en ella. Se mezclan las vacas, los búfalos, los cerdos, las cabras, los niños... todos rebuscando en la porquería.
También se ven en medio del campo las altísimas chimeneas de las numerosas fábricas de ladrillos que hay en esta zona. Éstos están amontonados formando pequeños montículos cubiertos de tierra, porque parece ser que así los preservan mejor de la climatología.
La primera parada ha sido en un bareto de carretera y he sido tan estúpida que he pedido un refresco de cola. La lata que me han dado tenía guarrería para aburrir, la he tenido que limpiar bien con una toallita húmeda. Vamos, que no pido latas en España y se me ocurre aquí. Todavía tengo que mentalizarme de dónde estoy.
Al pasar al estado de Uttar Pradesh, dónde se encuentra Agra, tenemos que parar en una especie de aduana y los vendedores ambulantes aprovechan para asaltar nuestro coche ofreciéndonos toda clase de chucherías, incluso un mono por si queremos hacernos una foto con él.
Las vacas cruzan la autopista en plan kamikace mientras los tractores pasan llevando a mujeres con saris de brillantes colores. Parece que van a una fiesta y no a trabajar.
Entre la vegetación se divisan pequeños templos hinduístas. Nosotros vamos a un templo de Krishna, pero el guía nos dice que está cerrado. Lo de esta agencia es de juzgado de guardia. En su lugar nos propone visitar otro templo cercano en la ciudad de Mathura.
El Krishna Janma Bhoomi es lugar del nacimiento del dios, en una celda dónde fue encerrada su madre, Devaki, cuando Kamsa, su tío, se enteró que el niño que iba a nacer le iba a matar.
Toda la zona del templo tiene unas tremendas medidas de seguridad, con alambradas y controles en los que se registra a los visitantes que, por supuesto no pueden portar bolsos, ni cámaras... Pero lo peor es que teníamos que ir descalzos, y las losas de piedra del patio ardían.
A falta de fotos del templo, una de Krishna, muy... vistosa. |
A la salida un niño quería vendernos unas postales. Que persistencia, hizo al menos un kilómetro tras nosotros, hasta que llegamos al coche. Nunca se dio por vencido a pesar de nuestros "no".
Rumbo a Agra paramos a hacer una foto a una enorme mezquita al lado de la carretera. Me recuerda al Taj Mahal, pero sus dimensiones no tienen nada que ver.
Al fin llegamos a Agra. El Fuerte Rojo resulta imponente por fuera, pero no tenemos la visita incluída. Paramos a hacer una foto porque del otro lado de la carretera ya se puede ver el Taj Mahal entre los árboles, a lo lejos. Parece mentira estar aquí.
Lo que si que está en el programa es una visita a un centro de la madre Teresa de Calcuta. Preferiría ver el fuerte, pero no podemos elegir. El guía nos dice que tenemos que comprar plátanos y dulces para los niños, como regalo. Nos enseñaron el lugar e hicimos una donación. Supongo que esa es la finalidad.
Paramos frente a la puerta del Fuerte Rojo. Había mucha gente y lo curioso es que los hindúes querían hacerse fotos con nosotros. No se que pueden vernos de especial, aquí tienen que ver muchísimos turistas cada día.
Después nos vamos a la orilla del rio Yamuna, al lugar dónde tienen lugar las cremaciones de los muertos. Hay hogueras encendidas aunque, por suerte, no se ve nada. Pero en las que están ya apagadas si que se ven restos óseos entre las cenizas. El guía, que presume de ser de la casta de los guerreros, nos cuenta algo de cómo son las ceremonias. Las piras se preparan con leña normal y madera de sándalo y lo preside todo el hijo mayor. Los ritos duran doce días al cabo de los cuales el hijo mayor recoje las cenizas y las tira al Ganges. O a otro río que tengan más cerca, supongo.
Las viudas deben vestir de blanco y durante tres años no pueden salir de su casa. Después si, pero son como muertas en vida, dejan de existir.
El guía habla con un hombre que hay por allí y nos dice que traen a un hombre para incinerarlo, que si queremos quedarnos a verlo. Pero por hoy ya hemos tenido bastante y nos vamos al hotel.
La entrada del hotel es impresionante, la habitación no tanto. Pero no está mal. Tiene una bonita piscina y jardines con fuentes y flores por los que campan a sus anchas toda clase de bichos: ranas, grillos... Por la noche hay música de tambores en los jardines.
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