domingo, 23 de septiembre de 2012

India: Udaipur-Ranakpur-Jodhpur

Hemos salido puntualmente a las nueve. El camino ha comenzado entre montañas verdes, lagos, ríos y mucha vegetación. Antes de llegar a Ranakpur hemos parado en un bar cerca de la carretera. Su nombre: Casa Manolo Restaurant. Pero, por supuesto, nadie hablaba español.


Tras tomar un refresco y pasar por el servicio hemos hecho fotos de los alrededores y esperando a que el guía terminara su bebida y su charla. Y esperado. Y esperado. Mientras él pasaba de nosotros, el único que nos daba conversación era el conductor, que incluso fue a llamarle. Cuando apareció al fin,  fue para contarnos que el complejo de templos estaba muy cerca, pero que no abrían hasta las doce y media, una hora más tarde. Cómo yo había preguntado al conductor lo que faltaba y me había dicho que unos veinticinco minutos, decidimos que iríamos de camino y podíamos parar en los alrededores y hacer fotos. Por supuesto al señorito no le ha gustado, pero menos me gusta él a mi y tengo que aguantarme.


La carretera iba dibujando unas hoces entre montañas y barrancos cubiertos de vegetación de un intenso verde. Hemos parado en un puente bajo el cual discurría un torrente de aguas cristalinas y poco tiempo después hemos podido fotografiar una familia de monos. Ante mi pregunta de quú especie de monos era esa ha respondido "monos". O sea, que no tiene ni idea.


Durante el trayecto nos hemos cruzado con un camión lleno de gente enteramente cubierta de polvo rojo, parecía que celebraban alguna fiesta e incluso nos han arrojado algo a nosotros. Ha quedado muy mono nuestro coche blanco, ahora con topitos rojos.


Por fin Ranakpur. Hemos llegado a las doce y media, pero resulta que abrían a las doce. O este tío es un mentiroso compulsivo o es que no se entera de nada. Y tras más de una semana de viaje, empiezo a creer que es lo primero.


El templo principal, dedicado al profeta jainista Adinatha es una absoluta maravilla. Construido en piedra blanca, se levanta majestuosamente sobre 1444 columnas de piedra, todas enteramente esculpidas y todas diferentes. Y qué decir de las cúpulas...


Por supuesto hemos tenido que entrar descalzas y al salir ya ni me he molestado en limpiarme los pies. Al final del día me ducho, me lavo las sandalias y punto. Me voy a volver como ellos.


Cerca había otro templo que sólo hemos visto desde fuera. Según el guía estaba cerrado. Menos por los japoneses, debía ser, porque había un grupo dentro tan feliz con sus cámaras.
En el aparcamiento se había instalado una familia de monos que correteaba feliz por encima de los coches y de un autobús mientras la gente los fotografiaba. Ha habido que espantarles para poder montar y segur camino.


La carretera principal está cortada por las lluvias, así que hemos transitado por zonas rurales, pueblos de esos en los que no ven un extranjero ni en pintura. Al pasar me he fijado en que en todos los pueblos hay tapias amarillas con letras y números pintados en negro con caracteres indios. El guía me ha contado que es una especie de registro de la gente sin trabajo del pueblo, en el que se anotan las jornadas realizadas en una especie de obras públicas por las que cobran 150 rupias al día. Dos euros.


Pero a las únicas que se ve trabajar es a las mujeres, con los animales, acarreando leña o agua, incluso reparando las maltrechas carreteras. A los hombres se les ve en grupitos charlando y tomando té a la sombra.


Estoy cansada. No tanto por el viaje, que ha pasado de ser unas horas a durar todo el día  como por el desgaste que representa la lucha constante con el guía. Si en Ranakpur sólo hemos visitado un templo, el principal, por dentro y el otro, un monumento funerario, solo por fuera, ahora toca la pelea por Jodhpur.


Vamos a llegar muy tarde y ha decidido pasar las visitas de hoy para mañana. Hasta ahí no pasa nada, pero es que de las tres que tenemos programadas ya nos ha quitado una. Como me he puesto pesada ha llamado a la agencia y dice que es una confusión, que el palacio del maharajá es privado y no se puede visitar. En mi guía pone lo contrario.


Tras recorrer todas las carreterillas, caminos de cabras y senderos de vacas que hemos encontrado, perdernos varias veces y tener que dar marcha atrás(¿aquí no conocen los GPS?) hemos llegado a una carretera normal. Bueno, todo lo normal que pueden ser en este país. Y hemos hecho una visita extra, cortesía de la casa, el santuario del santo de la motocicleta. Como suena.


La historia viene a ser algo así como que hace 18 años un hombre tuvo un accidente con su moto y se mató. La policía se llevó el vehículo al depósito pero al día siguiente desapareció y lo encontraron en el lugar del accidente. Repitieron la operación y volvió a pasar lo mismo. Así que decidieron que era un milagro. construyeron un santuario en el que la figura principal es la motocicleta convenientemente resguardada en una urna de cristal y desde entonces multitud de gente va allí a hacer sus ofrendas y pedir suerte.


Esto es lo que me contó el guía, que muy devotamente realizó sus ofrendas y presentó sus respetos a la moto, y lo que yo pude ver y fotografiar.


Incluso tengo una toma del hijo del finado junto al retrato de su padre. Y a un anciano con un bebé de la familia. Surrealista, increíble, pero esto es la India.



También ha habido parada en una fábrica artesanal y familiar de durries, las famosas alfombras de la zona. Yo ya no digo nada. Hemos visto el proceso de fabricación, algunas piezas (muy bonitas, por cierto), nos han enseñado cartas y recortes de prensa para demostrarnos que han vendido a Carlos de Inglaterra, R. Gere o G. Soros, entre otras celebritys y nos hemos ido, dando, eso sí, las gracias por la demostración.


Al llegar a Jodhpur era casi de noche, así que tras una visita rápida al palacio del maharajá, hemos ido al hotel.


El guía se ha quedado en la ciudad y nos ha mandado con el chófer. El sitio me resulta un poco cutre, menos mal que aquí sólo estamos una noche. Es una especie de resort de tercera  en las afueras de la ciudad, con jardines, piscina y todo eso. Tengo que mirarme lo de los hoteles. Aquí teníamos un cinco estrellas y nos lo cambiaron por éste, de tres. Si mañana pasa lo mismo, va a haber bronca.

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