Hoy toca recorrido por Udaipur y alrededores Ha ido a buscarnos el conductor solo. Cerca de nuestro hotel hay un lago, el Fateh Sagar y hemos parado unos segundos.
Cuando ha aparecido el guía hemos empezado con un tira y afloja con él, pero esta vez yo me había estudiado bien el recorrido.
La primera visita que teníamos programada por la mañana era el Templo de Nagda, a unos 20 km de la ciudad. Y quería saltárselo porque, según él, eran unas ruinas sin interés. Yo le he insistido, que en mi guía no decía eso, que lo ponía bien.
Por fin hemos ido. Unas ruinas, si, pero no tanto. Estaba dedicado a Vishnú. Lo único es que no hay culto y eso ha representado una suerte para nosotros, porque no hemos tenido que descalzarnos, hemos podido hacer todas las fotos que hemos querido y además estábamos solos, así que nos ha encantado.
Tiene unos altorrelieves y unas esculturas increíbles, de dioses, parejas, bailarinas. Está junto a un lago, en un lugar idílico en el que no había nadie aparte del guarda y nosotros.
Desde luego nos ha gustado mucho más que el siguiente, el Templo de Eklinjgi. A pesar de que se trata de un complejo mucho mayor y más famoso, al estar abierto al culto, había la habitual aglomeración de personas y suciedad y perdía todo el encanto. Y como viene siendo habitual, con los pies descalzos y prohibido hacer fotos.
A la puerta había una vaca paseándose y husmeando entre las sandalias y el calzado de la gente. Ante mi expresión de asco, el guía ha dicho que mejor nos descalzábamos dentro y los dejábamos en unas estanterías que tenían para ese fin. Hemos hecho una ofrenda de coco, guirnaldas y flores de loto y me han pintado en la frente con la mezcla sagrada. Anda que no estoy yo siendo bendecida en este viaje.
De nuevo en Udaipur, la siguiente visita correspondía al palacio de la ciudad, el City Palace del maharajá. En realidad son varios palacios, dedicados unos a residencia particular, otros a museos y, finalmente, otros a hoteles de lujo.
El complejo palaciego comenzó a construirse en el siglo XVI y mezcla diversos estilos arquitectónicos dando como resultado un conjunto único situado en la orilla del lago Pichola y con las montañas como telón de fondo. Es tan extenso que, en realidad, prodría decirse que forma una cuidad.
Todo el complejo es propiedad de la familia real de Mewar.
Cuando ha aparecido el guía hemos empezado con un tira y afloja con él, pero esta vez yo me había estudiado bien el recorrido.
La primera visita que teníamos programada por la mañana era el Templo de Nagda, a unos 20 km de la ciudad. Y quería saltárselo porque, según él, eran unas ruinas sin interés. Yo le he insistido, que en mi guía no decía eso, que lo ponía bien.
Por fin hemos ido. Unas ruinas, si, pero no tanto. Estaba dedicado a Vishnú. Lo único es que no hay culto y eso ha representado una suerte para nosotros, porque no hemos tenido que descalzarnos, hemos podido hacer todas las fotos que hemos querido y además estábamos solos, así que nos ha encantado.
Tiene unos altorrelieves y unas esculturas increíbles, de dioses, parejas, bailarinas. Está junto a un lago, en un lugar idílico en el que no había nadie aparte del guarda y nosotros.
Desde luego nos ha gustado mucho más que el siguiente, el Templo de Eklinjgi. A pesar de que se trata de un complejo mucho mayor y más famoso, al estar abierto al culto, había la habitual aglomeración de personas y suciedad y perdía todo el encanto. Y como viene siendo habitual, con los pies descalzos y prohibido hacer fotos.
A la puerta había una vaca paseándose y husmeando entre las sandalias y el calzado de la gente. Ante mi expresión de asco, el guía ha dicho que mejor nos descalzábamos dentro y los dejábamos en unas estanterías que tenían para ese fin. Hemos hecho una ofrenda de coco, guirnaldas y flores de loto y me han pintado en la frente con la mezcla sagrada. Anda que no estoy yo siendo bendecida en este viaje.
El complejo palaciego comenzó a construirse en el siglo XVI y mezcla diversos estilos arquitectónicos dando como resultado un conjunto único situado en la orilla del lago Pichola y con las montañas como telón de fondo. Es tan extenso que, en realidad, prodría decirse que forma una cuidad.
Todo el complejo es propiedad de la familia real de Mewar.
Hemos salido con un calor agobiante, no es que la temperatura sea muy alta, en torno a los treinta y pocos grados, pero la humedad hace que se note mucho más. El cuerpo se pone pegajoso por el sudor y las cremas solares y me resulta desagradable. Por eso he agradecido el paseo en barco por el lago Pichola. Que, por cierto, todo hay que decirlo, no estaba dentro del programa. Pero me he cuidado mucho de decir nada, por si acaso.
El embarcadero está junto al palacio, creo que tiene el mismo dueño, o sea, el todopoderoso maharajá, que aunque no tenga el poder político conserva el económico, sin ninguna duda. Suyos son también los dos palacios, hoy hoteles de lujo, que hay en el lago.
El barco rodea las orillas y el paseo da la oportunidad de tomar una nueva perspectiva de las edificaciones, palacios, ghats y demás que rodean el lago.
Y de ver el famoso Jag Niwas, el Lake Palace, que se encuentra en el centro y es uno de los hoteles más lujosos de la India.
El barco hace una parada en otra isla con el otro palacio, el Jag Mandir, convertido también en hotel y restaurante de lujo.
Hemos bajado un rato, hecho algunas fotos del palacio, los jardines y de los ocho elefantes de piedra que nos reciben en el embarcadero y vuelto al barco para terminar el paseo.
El día termina con el Saheliyon ki bari, el Jardín de las Doncellas. Construído en el siglo XVIII para solaz de las mujeres de la familia real, conserva estanques, lagos con lotos, paseos, arboledas, fuentes...
Y un curioso museo de historia natural que parece anclado en el tiempo, con unos cuantos especímenes metidos en formol, algunos minerales en vitrinas de principios del siglo pasado, algún cartel educativo de la misma época, unos espejos deformantes de la figura y algún que otro artilugio curioso. Resultaba una mezcla indefinible, algo entre infantil y trasnochado, pero con cierto encanto...
Y de postre, como no, tienda, esta vez de pinturas de miniaturas. Hemos visto el proceso y nos hemos despedido. A ver si se convence de una vez que pasamos de compras. Y más de comprar dónde a él le den comisión.
Pero la ultima "pelea" ha sido por la hora en que quedaremos mañana. Ha decidido que a las 9:30 y yo le he dicho que me parecía muy tarde. Parecía que estábamos regateando. Al final, a las 9:00. El problema es que el señorito tiene familia y amigos aquí y esta noche se va de juerga. Me parece muy bien, pero mi padre siempre decía que hay que estar a las duras y a las maduras. Pues eso. Que mañana no queremos más recortes.
Hemos llegado al hotel a las cinco de la tarde con unas ganas locas de ducha. Y el agua fría helada. Llamo a recepción y me dicen que el agua caliente a partir de las seis de la tarde. Increíble. Pues paso, ya me ducharé más tarde. El hotel me gusta, pero me parece tremendo que esté rodeado de una alambrada para separarlo del resto del barrio. No creo que sea para tanto.
La cena hoy era bufet, pero tenían unos noodles muy buenos y me han preguntado si quería algo más en especial. Me han llevado pescado.
De vuelta ala habitación ha empezado a sonar música tipo Bollywood a un volumen que era una pasada. Han montado una disco al aire libre en la piscina y hay unos cuantos tíos desmadrándose. Solo hombres. No se hasta que hora durará, pero desde luego así no se duerme ni con tapones, porque la puerta de nuestra habitación da a la piscina. Y podíamos bajar, pero teniendo en cuenta que no hay ninguna mujer bailando... ¡no tengo ganas de líos!.
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