lunes, 29 de julio de 2013

Tailandia: El mercado y el monzón


Día tranquilo, más que nada porque no ha parado de llover ni un solo minuto. Solamente cambiaba la intensidad con que caía el agua, a ratos era una llovizna estilo chirimiri de esa que te empapa y ni te enteras y a ratos era torrencial, monzónica claro, que es lo que toca en esta época.


Y así, bastante condicionados por la lluvia, hemos partido de Phrae. Teníamos que haber visitado un mercado allí mismo, pero nadie ha puesto mucho interés en meterse en un mercado mientras diluviaba y justo después de desayunar.


Por eso al mercado hemos ido como dos o tres horas más tarde cerca de Phayao. Estaba cubierto y pese a que los productos eran indudablemente frescos (los pescados saltaban en las cajas y se retorcían mientras los limpiaban y troceaban) la mezcla de olores es tan fuerte que a veces se me revolvía el estómago.


Había varios puestos que vendían gusanos fritos, saltamontes gigantes, e insectos varios que supongo que comen de aperitivo, como quien se entretiene con unas pipas, vamos.


Pero me podía la curiosidad y he deambulado entre los puestos un buen rato, de hecho creo que llegué a perder la noción del tiempo.


Algo que me llamó mucho la atención fueron los huevos rosas. Los pintan así para diferenciarlos de los normales. Al parecer los conservan en una mezcla de cal, arcilla, sal y cascara de arroz durante un par de semanas al cabo de las cuales la clara está color ámbar oscuro y la yema queda casi negra. Lo comen con jengibre. Creo que en China hacen algo parecido, será una costumbre que importaron desde allí.




Hay muchos productos que conocemos y que nos resultan habituales: verduras, frutas, ropa, calzado, pescados, mariscos... Los más vistosos son los puestos de frutas y verduras, coloridos y ordenados.


Las carnes eran más variadas. Además de las que podemos considerar más o menos normales había exquisiteces como fetos de vaca, cosas parecidas a tripas... Mucha casquería. 


Nosotros no hemos comprado nada pero nuestra guía ha cargado, para variar. No hace más que comprarnos cosas, especialidades del país, frutas, bebidas, dulces...


Al principio se agradece pero luego agobia. Yo a la media hora de desayunar soy incapaz de comer nada y menos de probar alimentos exóticos, con sabores y olores tan fuertes que me llegan a provocar náuseas. 


Nueva parada en Phayao, al lado del lago. Como no para de llover, pues un refresco en una cafetería y ya está.

Wat Rong Khun
Cerca de Chiang Rae hemos visitado el Wat Rong Khun, un templo completamente blanco con adornos plateados que es de hace pocos años, de hecho aún no se ha terminado, con muchos dragones, caras, estatuas, tejados de tipo tailandés... Para entrar en el templo hay que pasar un puentecito que cruza un canal. He tomado unas cuantas fotos pero no sé qué tal saldrán con la lluvia.

Wat Rong Khun
Las carreteras del país son sorprendentemente buenas, podrían compararse a las nuestras sin ningún problema así que los viajes no suelen ser de muchas horas. Todavía recuerdo la pesadilla de carreteras de la India...


Llevamos dos días viendo a la gente trabajando en los arrozales en las distintas fases de crecimiento del cereal. No tengo muchas fotos, porque desde el coche es complicado hacer algo decente, pero hoy he podido sacar alguna.


Como en días anteriores el restaurante en el que hemos comido era un jardín al aire libre. Aunque tenía tejado había un montón de insectos y a pesar de ir con la dichosa pulserita repelente de insectos me han picado.


La comida estaba buena pero empiezo a estar harta de comer muslitos de pollo fritos cada dia. ¡Igual debí comprar algo nuevo en el mercado!. Eso si, los rollitos me encantan.


Por la tarde, después de comer, teníamos un paseo en lancha por el río, pero de acuerdo con la guía nos ha parecido mejor dejarlo para mañana e ir directamente al hotel porque en estas condiciones nos hubiéramos empapado para nada.


El hotel es un resort en las afueras de Chiang Rae, en medio de la vegetación y al lado del río. Es muy vistoso y los bungalows muy acogedores, con camas blancas y mosquiteras y terracita con muebles de teka.


Los jardines son muy frondosos y están atravesados por canales de agua. Hay una piscina junto al río alucinante.


Pero poco hemos podido hacer salvo estar en la zona de recepción, abierta a los jardines, con los teléfonos y el wifi poniéndonos al día. Porque sólo tenemos conexión allí, en las habitaciones nada. Espero que mañana la lluvia nos dé un respiro ¡y los mosquitos esta noche!


No hay comentarios: