miércoles, 31 de julio de 2013

Tailandia: De Chiang Rae a Chiamg Mai

La carretera que une las ciudades de Chiang Rae y Chiang  Mai, las más importantes del norte de Tailandia, está llena de curvas y atraviesa montañas con bosques de tecas, bambús, enredaderas y toda clase de vegetación tropical.


Algunos árboles en las cercanías de los monasterios tienen atadas telas de color naranja como el traje de los monjes. Eso significa que son árboles sagrados y no se pueden cortar. Por aquí se ven menos campos de arroz supongo que a causa de qué lo escarpado del terreno no lo permite. En cambio se ve algún campo de maíz. Y templos y budas que, casi ocultos entre la vegetación, asoman sus cúpulas o las cabezas en los lugares más insospechados.


A medio camino hemos parado en una zona de aguas termales. También había una fuente con un pequeño geyser gente cociendo huevos.
Además tenían unos tanques de agua con pececitos de esos que te comen las pielecitas de los pies y te los dejan como el culo de un bebé.
Decidimos probar diez minutos por sesenta bath. Total era euro y medio. Nos hemos muerto de la risa, pero sobre todo porque los peces pasaban de nuestros pies. El dueño no se lo explicaba y se ha metido en el agua para comprobarlo. Ha llegado a la conclusión de que teníamos los pies demasiado limpios: "no bactery" y que por eso no les gustábamos.


Los pocos que se han acercado a hacer su trabajo nos han hecho muchas cosquillas, sobre todo cuando iban a la planta o se metían entre los dedos.
Al final hemos estado más de media hora y nos hemos ido cuando nos hemos aburrido.


Después he estado dándole vueltas mientras íbamos en el coche y he llegado a la conclusión de que en realidad, más que tener los pies muy limpios, creo que el repelente de los mosquitos ha sido lo que no les ha gustado nada!


El Wat Phra That Doi Suthep está en lo alto de una montaña en las afueras de Chiang  Mai y desde él hay unas maravillosas vistas de la ciudad, que es mucho más extensa de lo que yo pensaba, probablemente porque la mayoría de las casas son bajas.


La fundación del templo, en el siglo XIV, está envuelta en leyendas. Así, la del Elefante Blanco cuenta que un monje tuvo un sueño en el que se le revelaba el lugar dónde se encontraba una reliquia. Fue a buscarla y tomó la determinación de ofrecérsela al rey de Sukhothai, el cual dudó de su autenticidad.


El monje entonces se la llevó al rey de Lanna, que tuvo la idea de colocarla a lomos de un elefante blanco al que soltaron por la jungla. El animal llegó hasta Doi Suthep y allí decidió quedarse.


El rey interpretó ésto como un signo y mandó construir allí, en lo alto de la montaña, un santuario para albergar a la reliquia.


Para acceder al templo desde la explanada que hay al final de la carretera, llena de curvas que trepa por la montaña, hay que subir trescientos y pico escalones o pagar un funicular. Creo que lo mejor es subir en él y bajar andando o al menos eso es lo que hemos hecho.


Abajo hay un mercadillo con un buen número de puestos y vendedores. He comprado unos pañuelos de algodón por cien bath, no llega a un euro cada uno. Sin regatear, qué tal vez hubiera pagado menos pero realmente ¿merece la pena pelear unos céntimos?

Después de comer de nuevo en un jardín al aire libre con los insectos en cantidades industriales y con el repelente para mosquitos rociado por todo el cuerpo, ha tocado por fin, que ya me extrañaba que tardara tanto, la visita a un centro oficial de fabricación y venta de seda y otro de joyería y piedras preciosas.

En el de seda he picado con un chal. Voy a tener que poner una tienda yo también.

En el de joyería he pasado, no era mi estilo precisamente. Es muy recargado y los precios eran como en España o poco menos.

Cuando hemos llegado al hotel la habitación estaba sin preparar. Hemos reclamado y han dicho que ya estaban yendo. Así, con tranquilidad. Nosotros mirando mientras hacían la cama.

También hemos picado con lo de la cena kantoke, cena típica tailandesa y espectáculo de danzas.  Pese a que en una de las guías que llevábamos  también lo recomendaban, me ha resultado bastante cutre, la comida escasa y de poca calidad y el espectáculo, aunque era vistoso, no me ha parecido que fuera realizado por bailarines de primera, más bien parecían meros aficionados.
Yo ya estaba hecha a la idea de que iba ser así y no me he llevado ninguna sorpresa, pero ha habido quien se ha cabreado y bastante.


Para pasar el mal humor nos hemos dado un paseo por el mercado nocturno. Es mejor de lo que yo creía, aunque gangas, si no regateas fuerte no hay. Eso sí, he descubierto una tienda de bolsos muy buenos, supongo que eran imitaciones pero de tanta calidad que he llegado a dudar si serían originales pero de procedencia poco legal. El caso es que me han encantado todos, pero el precio, aún siendo muchísimo más bajo que el de los originales, era muy alto. Ni he intentado regatear, ¡tengo que consultarlo con la almohada!

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